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A vueltas con la timidez infantil: recomendaciones

Todas las imágenes pertenecen al cuento «Mimí, tomatito»

Las relaciones sociales son muy importantes para el ser humano. No solo dependemos de los demás para sobrevivir sino que el apoyo social es uno de los factores considerados como de protección para superar cualquier adversidad o incluso prevenir trastornos. Las dificultades en la interacción social pueden llegar a suponer un problema importante.

La mayoría de las consultas que tenemos los psicólogos clínicos relacionadas con dificultades en las relaciones interpersonales en niños suelen tener que ver con trastornos de conducta;  los niños con problemas de excesiva timidez, al ser menos llamativos y menos molestos para el entorno, suelen pasar desapercibidos. No obstante, su sufrimiento y la necesidad de intervención no son menores y por eso he decidido hacer este post, para dar visualización a los niños tímidos.

Lo primero que me gustaría dejar claro es que me encantan las personas tímidas. Suele haber personas muy bonitas detrás de la timidez: suelen tener con un gran corazón, ser nobles  y empáticos. Me inspiran una gran confianza.

Tendemos a categorizar la timidez como un atributo negativo. Pero la timidez no es mala en sí misma,  el simple hecho de no categorizarla como negativa ayuda, paradógicamente, a aceptarse a uno mismo y abrirse a los demás.

La vergüenza, que es la emoción principal que encontramos tras la timidez, es universal y aparece en todas las personas y todas culturas, es una emoción útil que ayuda comportarse adecuadamente ante ciertas situaciones, ser cautos ante la novedad  o incluso a intentar ser mejores en lo que hacemos y actuar con reflexividad.

No todo el mundo necesita relacionarse en el mismo grado, el problema es cuando uno se relaciona poco pero le gustaría hacerlo más y se siente mal por ello. Es importante distinguir distintos niveles de timidez. Existen desde los casos más graves que provocan rechazo en otros niños a los que prefieren relacionarse poco pero no les agobia y no tienen problemas si tienen que hacerlo.

El problema viene pues, cuando la timidez conlleva sufrimiento y nos impide hacer cosas que nos gustaría poder hacer. Se convierte en un problema cuando aparece con demasiada frecuencia, en situaciones en las que no tendría por qué aparecer o bien cuando lo hace de manera muy intensa. Además si el malestar es excesivo o interfiere significativamente en la vida cotidiana de los niños podemos estar ante trastornos como fobia social, trastornos de vinculación, depresión… y sería necesario hacer un diagnóstico diferencial. En esta entrada me centro exclusivamente en cómo las familias pueden ayudar a los niños tímidos a mejorar sus relaciones y sentirse mejor consigo mismos. En ningún caso pretendo nunca convertir a los niños en extrovertidos, sino respetar su timidez y ayudarle a que no sea una causa de sufrimiento.

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Os expongo a continuación algunas recomendaciones para las familias:

–          No etiquetes al niño. La tendencia natural que tenemos los padres cuando nuestro niño baja la mirada y se niega a saludar, a menudo es decir “es que es muy tímido”, ”no te va a contestar”, “no sé qué hacer con este muchacho…”.  Para todos los niños y en especial para los tímidos, lo que escuchan de los demás es importante, y puede sumergirles aún más en su rol de timidez, siendo cada vez más difícil que traten de romperlo. En lugar de eso, podemos no prestar excesiva atención a ese comportamiento y hablarlo con él a solas con tranquilidad y sin reproches. “Cuando alguien nos saluda, le gusta que les digamos hola, puedes intentarlo la próxima vez”

–          No compares más que consigo mismo.

–          Evita reproches y críticas de los comportamientos de timidez.

–          No prestes excesiva atención a las conductas de timidez

–          Muestra expectativas positivas y realistas “seguro que cada vez te irá costando menos”.

–          Ves despacio. Expónle poco a poco a situaciones sociales, empezando por las que sean más sencillas y fáciles para él, en las que el éxito esté asegurado. Incluso podemos entrenar antes en casa (por ejemplo jugando a las tiendas, jugando a que vamos al parque), podemos invitar a algún compañero con el que tenga más feeling a casa o al parque e ir ampliando el círculo poco a poco….

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–          Favorece situaciones sociales tanto en la calle como en casa y en la escuela. No es lo mismo pasar la tarde viendo una peli que jugando a juegos de mesa o juego simbólico. Trata de proporcionar, sin forzar, situaciones sociales variadas, que te acompañe siempre que sea posible a tus recados y poco a poco colabore.

–          A través de cuentos, juegos y películas puedes presentar modelos de cómo relacionarse. Son especialmente eficaces los modelos con los que el niño se puede identificar y que van superando progresivamente sus propias dificultades (edito para poner algunos cuentos: Mimí tomatito, Que hace un cocodrilo por la noche, Fuera vergüenza, Carlota no dice ni pío…). Contar cuentos e historias ayuda además a ampliar el vocabulario y mejorar las habilidades de conversación.

–          Evita situaciones excesivamente incómodas donde se ponga de manifiesto su timidez de una manera muy patente (por ejemplo esperar mucho rato todos a que el niño conteste o a situaciones muy ansiógenas cuando aún no hemos superado otras menores).

–          Refúerzarle por cualquier intento de afrontamiento de situaciones sociales, haya sido eficaz o no. Si tenemos que apoyarle o sugerir mejoras, hazlo a solas con tranquilidad.

–          Sé un ejemplo.

–          Muchas veces nuestra actuación no será directa sobre la timidez, ya que puede resultarles violento y causar inhibición, si no a través de potenciar el autoestima y la autonomía del niño. La timidez suele estar asociada a una baja autoestima.

 o   Puedes leer esta entrada sobre algunas recomendaciones para potenciar el autoestima infantil en positivo: Autoestima infantil: 15 recomendaciones

o   Evita la sobreprotección. La sobreprotección trasmite miedo e inseguridad. Muchas veces estos niños parecen vulnerables y provocan en el otro un sentimiento de necesidad de protegerlo. Es importante tratar de no hacer las cosas por él y poco a poco ayudarle a ganar en autonomía tanto en casa como fuera de ella. Asígnale responsabilidades de acuerdo a su edad que le hagan sentirse útil y capaz.

–          Ten paciencia y tranquilidad, los cambios son lentos. No olvides que para el niño es difícil.

–          Respeta su necesidad de privacidad. También tenemos que dejarles su espacio y no tratar de manera obsesiva que todo el rato se esté relacionando.

–          En situaciones nuevas, deja que primero observe. No le fuerces a actuar. Son niños que necesitan observar más que otros antes de actuar.

–          Habla con él en casa sobre tu día a día, pregúntale por el suyo (sin invadirle). Es importante aprender a conversar con naturalidad y la mejor manera de hacerlo es en casa.

–          Reconoce tus errores y muéstrale cómo te sirven para aprender.

–          No le interrumpas cuando esté haciendo algo para que lo haga más deprisa, respeta sus tiempos en la medida de lo posible.

–          Anticipa los cambios y como serán las situaciones nuevas a las que se enfrente siempre que sea posible. Cuanto más sepa sobre esas situaciones, menores serán los temores.

Y por supuesto, si piensas que el grado de malestar de tu pequeño es importante y sientes que tu apoyo no es suficiente, no dudes en pedir consulta con un profesional. Algunas de las características de los niños que sufren timidez que suelen trabajarse en consulta son:

–          Déficit en habilidades sociales

–          Tendencia al aislamiento

–          Tendencia a la inactividad

–          Evitación de situaciones interpersonales

–          Pensamientos negativos o distorsionados sobre si mismos (con baja autoestima), los demás y las situaciones

–          Excesiva atención hacia si mismo y su actuación (que en ocasiones incluso pueden confundirse con déficit de atención)

–          Miedo al rechazo y juicio de los demás

–          Sentimientos de soledad, tristeza…y también irritabilidad o enfado exagerado en el contexto familiar.

        Y ante todo, respeta su introversión y hazle tener presente que lo que te importa no es que se relacione más o menos sino que sea feliz y no lo pase mal en esas situaciones, transmite que son cosas que se aprenden y necesitan tiempo.

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LAS RABIETAS (II): recomendaciones para prevenirlas

Además de la actuación durante las rabietas como vimos en la entrada anterior, también tenemos que tener en cuenta algunas recomendaciones para tratar de evitar algunas de ellas:

  • No decirle a todo que no por sistema, sino cuando sea imprescindible por educación, por seguridad o porque realmente no sea el momento. Los niños necesitan límites, pero límites con sentido. El niño necesita manifestar su independencia pero para ello tiene que enfrentarse a las personas que más quiere. Es algo muy duro para él. Es importante que pueda tomar algunas decisiones, que pueda oponerse y que sus padres lo apoyen en esto. Cedamos ante las cosas que no sean importantes (que se ponga una camiseta que no le hace juego con los pantalones, por ejemplo). Ante esto será necesario meditar bien en qué cosas cederé y en qué cosas no, o lo que es lo mismo, donde voy a gastar mis energías. Si le voy a decir que sí a algo, que sea desde el principio. Si digo que no, tengo que mantener la respuesta. Es necesario importante mantener esta coherencia y  tener unas normas claras.
  • Ante una negativa u oposición, antes de forzarle, intentar:

1º. Reconocer sus sentimientos “vaya, parece que hoy no te apetece nada ducharte”

2º. Educarle en cómo deberían ser las cosas o qué se espera de él “Todas las personas tenemos que ducharnos y estar limpios. Hemos hecho muchas cosas hoy y ahora estamos sucios. No me gustaría que mañana fueras sucio al cole y todos pensaran que no te cuidamos bien o que no sabes limpiarte”

3º. Darle capacidad de elección.  “¿Cómo crees que podemos solucionarlo? ¿Hay algo que podemos hacer para que sea más fácil ir a la ducha hoy?” “¿Te prefieres duchar con el patito o con el coche?”

4º Si continua la negativa, mostrar nuestra disconformidad “me disgusta que no te duches. En esta casa, nos gusta que todos estemos limpios” y volver a replantear las mismas u otras alternativas.

  • Da las órdenes de manera clara, corta, sencilla, de una en una. Ponte a su altura y  busca el contacto ocular. Emplea un tono alegre al dar esas instrucciones, para que suene más como una invitación que como una imposición. A veces hacerlo de manera lúdica también puede ayudar.
  • Mantén una actitud firme y segura.
  • Mostrar coordinación entre ambos padres. Es preferible que mostréis que estáis de acuerdo delante del niño, aunque sintáis que el comportamiento de un progenitor está siendo injusto. Podéis hablarlo más tarde sin el niño delante.
  • Nunca le amenacemos con dejarle de querer o abandonarle. Un niño tiene que sentir que lo querremos siempre, haga lo que haga. Si demostramos esto y somos respetuosos con ellos, a la larga las rabietas siempre serán más suaves. Su angustia será menor.
  • Retira la atención de conductas no deseadas y ponla en las deseadas. Debemos recordar que es mucho más importante reconocer y valorar al niño sus comportamientos positivos que reprocharle los negativos (muchas veces nos olvidamos de ellos al pensar que “tiene que ser así”).
  • Aunque es preferible extinguir las conductas indeseadas y reforzar las conductas deseadas, si amenazo con algún castigo, tengo que ser coherente.
  • Si sabemos que algo puede desencadenar una rabieta, intentemos evitarlo (no voy a pasar por el parque si sé que es muy tarde para quedarnos, no voy a dejar a la vista cosas que se le puedan antojar…)
  • Prevenir situaciones como el hambre o el sueño o no tratar de realizar actividades que puedan cansarle cuando se encuentra en ese estado.
  • No abuses del tiempo que pasas en lugares donde el niño se tiene que comportar (por ejemplo el supermercado).
  • Trata, aprovechando cualquier oportunidad, de poner palabras a las emociones del niño. Hablar en voz alta lo que el niño puede estar sintiendo en determinados momentos lo ayudará a hacerse más consciente de sus emociones. Aprovecha las oportunidades diarias para hablar sobre emociones en general, y en particular para contarle que es estar enfado y como uno no siempre consigue lo quiere (por ejemplo cuando aparecen situaciones en otros niños, cuentos, dibujos animados…)
  • Establece límites y rutinas claras. Establecer rutinas en esta edad es una gran manera de ahorrar conflictos. Anticipa los cambios en las rutinas siempre que puedas. 
  • No entres con el niño en discusiones sobre quien manda o como deben ser las cosas
  • Si el niño tiene mucha energía y es muy movido, intenta emplearla en cosas positivas (juego, deportes, aire libre, ayudar a mamá en casa…)
  • Si se va a cambiar de actividad es mejor hacérselo saber con tiempo para que vaya asimilándolo. Por ejemplo si se va a cenar y está jugando, avisarle unos minutos antes para que vaya haciéndose a la idea.

Y lo más importante:

  • Sé un modelo para ellos. Es importante poder manejar bien la frustración delante de ellos y no perder los nervios cuando no conseguimos lo que queremos. Los niños son unos perfectos imitadores. Si ven a sus padres gritar y discutir, tenderán a utilizar estas fórmulas cuando se enfaden.

Ante todo, será muy importante desarrollar la paciencia y saber que es una etapa pasajera que, aunque no es fácil, manejada con naturalidad no conllevará a mayores problemas. Poco a poco el niño encontrará sus fórmulas para regularse.

Para concluir, podemos considerar que las rabietas son anormales y precisan de ayuda de un especialista:

–       Si no disminuyen una vez superados los 4-5 años.

–       Si el niño causa lesiones o se autolesiona durante los berrinches de manera reiterada.

–       Si se aguanta la respiración o se producen desmayos.

–       Si el niño se niega a comer o a dormir de forma reiterada.

–       Si éstas van acompañadas de otros síntomas como pesadillas, terrores nocturnos, involución en el control de los esfínteres, dolor de estómago, ansiedad, o incluso gran dificultad para separarse de los padres.

–       Si suponen un gran deterioro de la vida social, familiar o escolar del niño

Estimulando la memoria… biográfica

Cuando hablamos de memoria la bibliografía  describe diferentes tipos, para simplificar y no extendernos en el tema, diremos que los más destacados son:

–          Memoria semántica: hace referencia al almacenamiento de conocimientos generales  (por ejemplo los conocimientos académicos)

–          Memoria procedimental: recuerdo de cómo realizar ciertas habilidades o movimientos motores (por ejemplo montar en bici)

–          Memoria episódica o biográfica: es el almacenamiento de las experiencias personales (por ejemplo el recuerdo de la excursión del domingo pasado al zoo o la visita al médico del lunes)

Cuando hablamos de estimular la memoria, lo primero que se nos suele venir a la cabeza es la memoria semántica, de hecho, la mayoría de los programas de estimulación van dirigidos a potenciar ésta. He decidido escribir esta entrada para llamar la atención sobre otro tipo de memoria que suele pasar más desapercibida pero cuya estimulación es igual de importante o más que los otros tipos: la memoria biográfica, los recuerdos personales.

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Contar nuestras propias historias una y otra vez es una manera de consolidar la memoria biográfica y nos ayuda a entender el mundo y a nosotros mismos. Poner palabras a nuestras experiencias ayuda a integrarlas y procesarlas. Ayudar al desarrollo de este tipo de memoria desde que somos pequeños tiene efectos muy positivos. Por un lado,  ejercitamos y potenciamos la memoria en general y por otro, le ayudamos a dar una organización y sentido a sus vivencias, emociones y pensamientos.

Las experiencias negativas tienen un gran impacto en el cerebro humano, y se suelen quedar grabadas influyendo en nuestras emociones y comportamiento incluso de manera no consciente.  El hecho de poder narrarlas ayuda  a hacerlas conscientes, elaborarlas y darles un  sentido, lo que permite que su influencia sea menor o incluso positiva. Las experiencias positivas en cambio, tienen más dificultad para dejar huella (¡para nuestro cerebro es más importante y adaptativo recordar el peligro!), por ello al narrarlas, logramos que el niño las tenga más presentes y pueda acceder más fácilmente a ellas en el futuro, cuanto mejor las recuerden, más influyentes serán en su vida y más emociones positivas generarán. Es por ello que entrenar la habilidad de recordar y narrar historias, a pesar de su sencillez, puede tener efectos muy positivos en su desarrollo.

Para entrenarles en esta tarea es importante que desde pequeñitos ayudemos a los niños a recordar. En niños muy pequeños, se recomienda hacerlo con sucesos neutros y  cotidianos, de esta manera le ayudaremos no sólo a potenciar su memoria sino  a prepararles para elaborar recuerdos más importantes en el futuro. Por ejemplo: “¿te acuerdas cuando hemos ido al parque? ¿Quién estaba allí? ¿Recuerdas a qué jugaste?”.  Cuando el niño es muy pequeño o no recuerda, nosotros mismos podemos ayudarle a relatar la historia.  “Ha sido muy gracioso cuando…” . No se trata de realizar interrogatorios si no tener una charla agradable a cerca de su día mientras compartimos la cena, el baño…

Con niños un poquito más grandes, podemos seleccionar los acontecimientos más relevantes para ellos, a partir de los 8 o 9 años también puede ser una buena idea animarles a escribir un diario.

Algunos de los inconvenientes que nos podemos encontrar es que los niños sean muy escuetos en sus conversaciones.  Ante esto, podemos variar las preguntas y en lugar de realizar preguntas generales como “¿Qué tal hoy el cole?”, a las que pueden responder con un simple “bien” podemos hacerles cuestiones del tipo “ ¿Qué ha sido lo mejor del día? ¿Y lo peor?”. Algunos autores proponen hacer juegos con los niños más pequeños para motivarles a contar: “Cuéntame dos cosas que hayan sucedido de verdad y una que no, a ver si lo adivino”. Cada familia, que son los que mejor conocen a sus hijos, pueden encontrar la mejor manera de hacerlo.

Además de los sucesos del día a día, podemos, de vez en cuando,  recordar sucesos concretos del pasado (podemos ayudarnos con fotos, ver videos, creando libros de recuerdos de acontecimientos importantes como un campamento o un viaje…).

Introducir esta sencilla costumbre en la vida familiar ayuda a:

–      Conocer su vida y su forma de pensar, ayudarnos a ponernos en su lugar.

–      Ganar su confianza y demostrarles nuestro interés.

– Mejorar nuestra relación

–    Estimular la memoria general

–   Ayudar al niño a adquirir la costumbre de recordar y reflexionar sobre los acontecimientos del día.

–   Dar sentido y comprender la experiencia pasada y presente.

– Ayudar a procesar e integrar mejor sucesos que han sido estresantes para el niño.

Edito después de varios años, para compartir que poniéndolo en marcha con mi pequeño, es increíble cómo  disfruta haciéndolo, cómo  pide que contemos una y otra vez algo que ha vivido  y cómo a veces le gusta también jugar a cambiar las historias y buscar alternativas. Son momentos mágicos con él y estoy segura de que le están siendo de mucha utilidad.

Basado en: El cerebro del niño de Daniel Siegel

¡A jugar!

Efectivamente, si tuviéramos que decidir cuál es la tarea fundamental de los niños, diríamos que es el juego. Ya en la anterior entrada quise dejar caer alguna pincelada sobre su importancia, pero quisiera aprovechar para hacer hincapié y concretar brevemente algunos de sus beneficios.

El juego, más allá de la diversión y el placer (que también son importantísimos, pero de los que ya somos más conscientes) cumple importantes funciones dentro del desarrollo físico, intelectual, emocional y social de los niños. Repasemos algunas de ellas:

  • A nivel  físico  estimula la psicomotricidad fina y gruesa, la coordinación, el equilibrio y la fuerza. Además ayuda a descargar energía.
  • En el plano intelectual desarrolla, entre otras funciones cognitivas: la atención, la memoria, la capacidad para resolver problemas, la compresión y expresión del lenguaje, la creatividad, la curiosidad y la imaginación.
  • En el plano social le ayuda a establecer fuertes lazos, estimula la empatía (saber ponerse en el lugar del otro a través de los cambios de roles), y entrena diferentes destrezas sociales como la capacidad de compartir, cooperar, competir, negociar, seguir reglas…
  • Respecto al desarrollo afectivo y emocional impulsa la autoconfianza, el autocontrol, el manejo de la frustración y la satisfacción emocional. A través del juego manifiestan fantasías, deseos y temores. La función más importante desde este plano, es que es uno de los principales instrumentos que el niño emplea  para expresar y elaborar sus diferentes emociones.  El juego, al igual que el dibujo, como medios de expresión en el niño, podrían equipararse al lenguaje verbal en el adulto. Es por ello, que es especialmente importante fomentarlo cuando el niño está atravesando alguna situación o cambio complicado.

Gracias al juego el niño puede sentir libertad para experimentar, explorar el mundo y cometer errores, aprender a solucionar problemas y tomar de decisiones dentro de un entorno seguro y conocido. El juego prepara al niño para el mundo.

Con relación al juego en familia se agregan beneficios adicionales:

–          Nos da la oportunidad de compartir tiempo con nuestros niños, de conocerles, de entrar en su mundo y estrechar nuestros lazos con ellos

–          Les enseña como las relaciones pueden ser gratificantes, extendiéndose a la búsqueda de otras relaciones positivas en el entorno.

–          Establecer un tiempo de juego  compartido de manera regular mejora nuestra relación con ellos, les hace ganar seguridad, disminuye su necesidad de llamar la atención por otros medios más indeseados y aumenta su cooperación con nosotros. En este sentido, es importante que se organicen las actividades y enseñarles que hay un tiempo para cada cosa, es importante diferenciar cuando estamos jugando y cuando no.

–          En el caso de los hermanos,  el juego satisfactorio entre ellos durante la infancia también influye en su relación el futuro, por tanto es importante potenciarlo. Algunas ideas para hacerlo son programar actividades en familia, deportes, juegos de mesa, proponiendo  preparar juntos una sorpresa para otro familiar, prestándoles una videocámara para que hagan un reportaje… No importan los encontronazos y las peleas siempre que sean compensadas con tiempo de disfrute juntos.

Y en general, cuanto más disfruten del tiempo que pasen con la familia, más valor darán a las relaciones y más tenderán a relacionarse de manera sana en el futuro. No olvidemos que cada vez que el niño obtiene una experiencia positiva dentro de la familia, más les motivamos a relacionarse con los demás de la misma manera y buscarán relaciones que le satisfagan en ese sentido.

¡Así de importante es el juego! Y lo mejor, es que todo esto lo hace sin la necesidad de dirigirlo ni buscar a propósito ningún fin.