Estimulando la memoria… biográfica

Cuando hablamos de memoria la bibliografía  describe diferentes tipos, para simplificar y no extendernos en el tema, diremos que los más destacados son:

–          Memoria semántica: hace referencia al almacenamiento de conocimientos generales  (por ejemplo los conocimientos académicos)

–          Memoria procedimental: recuerdo de cómo realizar ciertas habilidades o movimientos motores (por ejemplo montar en bici)

–          Memoria episódica o biográfica: es el almacenamiento de las experiencias personales (por ejemplo el recuerdo de la excursión del domingo pasado al zoo o la visita al médico del lunes)

Cuando hablamos de estimular la memoria, lo primero que se nos suele venir a la cabeza es la memoria semántica, de hecho, la mayoría de los programas de estimulación van dirigidos a potenciar ésta. He decidido escribir esta entrada para llamar la atención sobre otro tipo de memoria que suele pasar más desapercibida pero cuya estimulación es igual de importante o más que los otros tipos: la memoria biográfica, los recuerdos personales.

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Contar nuestras propias historias una y otra vez es una manera de consolidar la memoria biográfica y nos ayuda a entender el mundo y a nosotros mismos. Poner palabras a nuestras experiencias ayuda a integrarlas y procesarlas. Ayudar al desarrollo de este tipo de memoria desde que somos pequeños tiene efectos muy positivos. Por un lado,  ejercitamos y potenciamos la memoria en general y por otro, le ayudamos a dar una organización y sentido a sus vivencias, emociones y pensamientos.

Las experiencias negativas tienen un gran impacto en el cerebro humano, y se suelen quedar grabadas influyendo en nuestras emociones y comportamiento incluso de manera no consciente.  El hecho de poder narrarlas ayuda  a hacerlas conscientes, elaborarlas y darles un  sentido, lo que permite que su influencia sea menor o incluso positiva. Las experiencias positivas en cambio, tienen más dificultad para dejar huella (¡para nuestro cerebro es más importante y adaptativo recordar el peligro!), por ello al narrarlas, logramos que el niño las tenga más presentes y pueda acceder más fácilmente a ellas en el futuro, cuanto mejor las recuerden, más influyentes serán en su vida y más emociones positivas generarán. Es por ello que entrenar la habilidad de recordar y narrar historias, a pesar de su sencillez, puede tener efectos muy positivos en su desarrollo.

Para entrenarles en esta tarea es importante que desde pequeñitos ayudemos a los niños a recordar. En niños muy pequeños, se recomienda hacerlo con sucesos neutros y  cotidianos, de esta manera le ayudaremos no sólo a potenciar su memoria sino  a prepararles para elaborar recuerdos más importantes en el futuro. Por ejemplo: “¿te acuerdas cuando hemos ido al parque? ¿Quién estaba allí? ¿Recuerdas a qué jugaste?”.  Cuando el niño es muy pequeño o no recuerda, nosotros mismos podemos ayudarle a relatar la historia.  “Ha sido muy gracioso cuando…” . No se trata de realizar interrogatorios si no tener una charla agradable a cerca de su día mientras compartimos la cena, el baño…

Con niños un poquito más grandes, podemos seleccionar los acontecimientos más relevantes para ellos, a partir de los 8 o 9 años también puede ser una buena idea animarles a escribir un diario.

Algunos de los inconvenientes que nos podemos encontrar es que los niños sean muy escuetos en sus conversaciones.  Ante esto, podemos variar las preguntas y en lugar de realizar preguntas generales como “¿Qué tal hoy el cole?”, a las que pueden responder con un simple “bien” podemos hacerles cuestiones del tipo “ ¿Qué ha sido lo mejor del día? ¿Y lo peor?”. Algunos autores proponen hacer juegos con los niños más pequeños para motivarles a contar: “Cuéntame dos cosas que hayan sucedido de verdad y una que no, a ver si lo adivino”. Cada familia, que son los que mejor conocen a sus hijos, pueden encontrar la mejor manera de hacerlo.

Además de los sucesos del día a día, podemos, de vez en cuando,  recordar sucesos concretos del pasado (podemos ayudarnos con fotos, ver videos, creando libros de recuerdos de acontecimientos importantes como un campamento o un viaje…).

Introducir esta sencilla costumbre en la vida familiar ayuda a:

–      Conocer su vida y su forma de pensar, ayudarnos a ponernos en su lugar.

–      Ganar su confianza y demostrarles nuestro interés.

– Mejorar nuestra relación

–    Estimular la memoria general

–   Ayudar al niño a adquirir la costumbre de recordar y reflexionar sobre los acontecimientos del día.

–   Dar sentido y comprender la experiencia pasada y presente.

– Ayudar a procesar e integrar mejor sucesos que han sido estresantes para el niño.

Edito después de varios años, para compartir que poniéndolo en marcha con mi pequeño, es increíble cómo  disfruta haciéndolo, cómo  pide que contemos una y otra vez algo que ha vivido  y cómo a veces le gusta también jugar a cambiar las historias y buscar alternativas. Son momentos mágicos con él y estoy segura de que le están siendo de mucha utilidad.

Basado en: El cerebro del niño de Daniel Siegel

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